Descontento de estación


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En algunas tardes de verano,
como ésta tarde de verano,
el viento silba tenue y ecuánime
a los oídos de un mundo
que duerme en sus quimeras.

Y otro vocabulario me resulta
superfluo y vano
para gritar con el viento, también,
mi descontento.

Hay días como hoy,
que quisiera ser un huracán
o un camino hacia otra libertad
que el tiempo no pueda arrinconar
con sus autómatas.

Hay un orden establecido
para cada cosa y hay banderas,
hay hambre, hay odio
hay muerte y guerras
hay idiotas y políticos
negociando la vida y la muerte
de otros idiotas.

Hay supuestamente un dios
un cordero, un lobo
y unos cuantos ciegos
haciendo leyes que sólo
pueden esgrimir y empuñar
un supuesto dios,
un cordero, un lobo
y unos cuantos ciegos.

Y también hay tardes de verano,
como ésta tarde de verano,
en que el viento grita ecuánime
y el tiempo corre ágil
en círculos,
hacia los mismos lugares.

Y nada resulta nuevo
bajo el mismo sol,
de ayer.

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